"EL QUE LEE MUCHO Y ANDA MUCHO, VE MUCHO Y SABE MUCHO."

Miguel de Cervantes Saavedra

lunes, 7 de febrero de 2011

UN FINAL DIFERENTE PARA UN CUENTO DE MAX AUB

QUERIDOS ALUMNOS:
PODÉIS COMENTAR EN ESTE POST LOS FINALES QUE SE OS HAYAN OCURRIDO PARA EL CUENTO QUE HEMOS LEÍDO HOY EN CLASE.
MUCHAS GRACIAS.

Hacía un frío de mil demonios. Me había citado a las siete y cuarto en la esquina de Venustiano Carranza y San Juan de Letrán. No soy de esos hombres absurdos que adoran el reloj reverenciándolo como una deidad inalterable. Comprendo que el tiempo es elástico y que cuando le dicen a uno a las siete y cuarto, lo mismo da que sean las siete y media. Tengo un criterio amplio para todas las cosas. Siempre he sido un hombre muy tolerante: un liberal de la buena escuela. Pero hay cosas que no se pueden aguantar por muy liberal que uno sea. Que yo sea puntual a las citas no obliga a los demás sino hasta cierto punto; pero ustedes reconocerán conmigo que ese punto existe. Ya dije que hacía un frío espantoso. Y aquella condenada esquina abierta a todos los vientos. Las siete y media, las ocho menos veinte, las ocho menos diez. Las ocho. Es natural que ustedes se pregunten que por qué no lo dejé plantado. La cosa es muy sencilla: yo soy un hombre respetuoso de mi palabra, un poco chapado a la antigua, si ustedes quieren, pero cuando digo una cosa, la cumplo. Héctor me había citado a las siete y cuarto y no me cabe en la cabeza el faltar a una cita. Las ocho y cuarto, las ocho y veinte, las ocho y veinticinco, las ocho y media, y Héctor sin venir. Yo estaba positivamente helado: me dolían los pies, me dolían las manos, me dolía el pecho, me dolía el pelo. La verdad es que si hubiese llevado mi abrigo café, lo más probable es que no hubiera sucedido nada. Pero ésas son cosas del destino y les aseguro que a las tres de la tarde, hora en que salí de casa, nadie podía suponer que se levantara aquel viento. Las nueve menos veinticinco, las nueve menos veinte, las nueve menos cuarto. Transido, amoratado. Llegó a las nueve menos diez: tranquilo, sonriente y satisfecho. Con su grueso abrigo gris y sus guantes forrados:
-¡Hola, mano!
Así, sin más. No lo pude remediar: lo empujé bajo el tren que pasaba.
Max Aub (1903-1972)

6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. El primer final lo ha escrito Odón (alias "oveja" ;p)

    Cuando el señor llegó, yo lo até a la silla y me fui. A la mañana siguiente lo desaté para que aprendiera pero, por desgracia, el señor estaba tieso. Se había muerto del frío.

    ResponderEliminar
  3. El siguiente final lo ha escrito Rocío. Es una versión menos siniestra, ya veréis.

    Llegó a las nueve menos diez: nervioso y triste. Con su grueso abrigo gris y sus guantes forrados:
    -¡Hola, mano!
    -!Hola!¿Qué te ha pasado?¿Por qué has llegado tan tarde y tan triste?
    -Nada, que...Ya sabes cómo son los padres. Me han cogido por banda y me han empezado a regañar por todo lo que hacía.
    - ¿Y con qué te han castigado?
    - !Uf, no sé por dónde de empezar!Me han hecho limpiar mi cuarto y el suyo, barrer toda la casa, hacer su cama durante toda la próxima semana, no salir en toda la semana y para colmo, estar un mes poniendo y quitando la mesa. !Yo alucino!
    - !Madre mía! Sí que se han pasado... Pero no te preocupes. Alegra esa cara y corre que todavía llegamos al teatro.

    ResponderEliminar
  4. Cuando llegó el Hector le sonreí y sin previo aviso le di un puñetazo en la tripa y lo estampe y senté contra el banco, y le dije:"¿Eres tonto o qué?,llevo 3 horas esperandote y ni llamas"le golpeé hasta dejarle atontado y despues dije:"encima vienes con una sonrisa" .Después de decir esto le quite los guantes y me los puse,entonces me senté a su lado y le dije:"me invitaras al taxi por lo menos ¿no?

    ResponderEliminar
  5. -Hola, mano.
    -¿Como que hola, así sin mas?Llegas 3 horas tarde, pensaba que me moría del frío.¿Se puede sabe porque llegas tan tarde?
    -Es que...
    -¿Es que, que?
    -Es que me dormi y no me di cuenta de la hora, lo siento...
    -Ahhh...No te diste cuenta de la hora... Y entonces porque vienes así tan sonriente como si nada con tus guantes y yo aquí pelandome del frío.
    -Lo siento no se volvera a repetir, a cambio te presto los guantes y te invito a cenar.
    -Bueno vale... pero la próximas vez, no te la perdono.

    ResponderEliminar
  6. Muchas gracias a todos!
    Imprimiré vuestros finales y os los entregaré corregidos en clase.
    Un saludo,
    Carmen

    ResponderEliminar